viernes, 12 de abril de 2013

No es solo un corte de cabello

Tengo la costumbre de cambiar de corte de cabello al menos una vez al año. Me gusta sentir que estoy renovada con solo unos tijeretazos y una sugerencia de quien sea que haya elegido como estilista (porque nunca soy constante). Hace años acostumbraba llevar el cabello corto, nunca llegaba a pasar más de 3 centímetros del hombro, cuando me preguntaban porqué, simplemente decía "¿qué no ven que así me veo graciosa?".

Corto, no miento.
Veía mucho anime en ese entonces y quería ser una loli, pero ¿quién puede serlo en un clima tan caluroso como éste? Así que me dejé de mamadas y opté por parecer lo más normal posible, por mi propio bien. Hay una gran diferencia entre un fleco recto y uno mal hecho. Con el primero puedo parecer muñequita, con el segundo, "I'M A FREE BITCH, BABY!"... creo que exageré.

El punto es que, hoy que fui a que me cortaran el cabello, le indiqué a la estilista "por favor solo deshágase de las puntas porque están muy maltratadas" e hizo justamente eso. Cuando llegué a casa y tomé un baño, no sentí nada más que un cosquilleo en la nuca indicándome que había desperdiciado mi dinero. ¿A dónde se había ido mi vana felicidad que me producen los cambios de estilo? ¿qué haré para no sentirme tan mal? Sobre todo en estos momentos de reflexión, que estoy a punto de cumplir 23 años y me doy cuenta de muchas cosas que me hacen sentir que he desperdiciado mi vida (pero esa, es otra historia).

Lo bueno de todo éste asunto, es que ahora sí podré darle mantenimiento preventivo a mi cabello, porque es un proyecto a largo plazo (es que quiero peinarme como travestido sin necesidad de extensiones).

lunes, 19 de noviembre de 2012

Los perros son felices

¿Serán verdaderamente felices? Parecen sonreir, por eso lo pregunto. Mis perros se emocionan cada vez que llego a casa; amo que me amen. amo que suban a mi cuarto y me despierten al llenar de babas mi cara.

¿Sufrirán como nosotros cuando tenemos hambre? ¿Experimentarán sentimientos humanos o solo son fieles por puro instinto? Pensé que nunca sería fiel, aunque así lo hubiese deseado. Cuando era pequeña tenía la idea romántica del matrimonio: "amarse y ser fieles hasta la muerte"... Creo que he vivido engañada.

¿Cuántas veces le puedo romper elc orazón a un perro antes de destrozar sus ilusiones?

Hace un par de años me preguntaba constantemente si llegaría a conocer a alguien de quien no solo me enamoraría, sino también lo amaría a pesar de sus defectos. Lo conocí y ahora estoy sin él, hay un corazón roto y no es el mío.

La pregunta del momento es ¿a dónde iré cuando ya no tenga nada en este lugar?. Si alguno de mis perros está vivo para cuando ese dia llegue, los llevo conmigo.

martes, 4 de septiembre de 2012

Fiesta de cumpleaños

Hace semanas (quizá por mis hormonas) quería organizar una fiesta de cumpleaños para mí. Mi plan comenzó preguntando el costo de los servicios de banquetes, de coctelería (tragos coquetos, pues), un DJ, la renta de un lugar y demás cosas que debo de adquirir. El dinero no es mucho problema, podría ahorrar unos años y celebrar mi cumpleaños número 25, el problema es un pequeño pero muy importante asunto:

¿A QUIÉN DEMONIOS VOY A INVITAR?

Haciendo memoria, la lista de amigos y conocidos con los que me llevo bien es demasiado corta. Tan corta, que me sentí mal durante muchos días. "Pues invita a tu familia", me dicen, "pues yo solo quiero chamacada", les respondo. ¿Tan malo es tener muy pocas amistades?

Una alternativa es hacerla en el DF, ahí sí invito un chingo de banda. Pero ese no es el caso.

Yo quiero una fiesta chingona, donde todos bailen, se rían, conozcan gente, hagan amigos, liguen, beban tragos coquetos y que se lleven un bonito recuerdo de ese día. Que pasen los meses y digan "ah no mames, la fiesta de Letty estuvo bien padre, ahí conocí a mi ____ (inserte nombre de la pareja o amigo)". Pero tengo una historia fiestera muy triste y aburrida. Mami organizó mi cumpleaños número cinco o seis, no recuerdo bien; estuvo aburridísima. Cuando cumplí quince años hicieron una comida en mi casa. Mami preparó su súper delicioso mole negro y nadie se lo comió. O sea, Mami, te amo pero no se sirve mole negro en la comidita de quince años donde va toda la chamacada. Mis amistades tenían caras muy largas y cada quien hablaba con su grupito de amigos. Otra maldición que tengo: mis amigos no se llevan entre sí. Regresando a mi comidita quinceañera, yo moría de la pena porque todos se miraban entre sí mientras seguían sentados en sus asientos. Papi terminó comprando pizza y la cosa mejoró un poquitín nomás.

Ya más grandecita, cuando cumplí 18, decidí ir al cine con mis cuates. Éramos como 15 personas y la historia se repitió: nadie le habló a nadie. Para los 19, mis amigas y yo decidimos cocinar e invitar a algunas personas. Ese día nos atrasamos mucho por nuestra pésima organización, mi prima se ligó a mi mejor amigo y la comida sabía horrible. No vuelvo a preparar pollo con jengibre. 

La cosa cambió un poquitín a los 20. Quizá porque solo dos amigas y yo cocinamos (una de ellas nos decía qué hacer), uno llevó su Xbox y jugamos un ratito, todo bien bonis.

Mi novio me dice que no es necesario que mucha gente me celebre, que estar con las personas que quiero debería bastar. Quizá él no ve todo el panorama que incluye quitarme el maleficio de las malas organizaciones y mis amistades súper mamonas, el llevar un vestido súper ósom, reír y bailar con mis invitados y, por supuesto, los regalines.

Espero no llegar a ser adulta sin haber hecho una fiesta, porque a esa edad, las cosas son diferentes. Yo quiero vivir un poco como la persona de 22 años que soy y ofrecer barra libre para mis invitados.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Padres separados y una lucha por el dinero que parece tardará mucho tiempo, con eso tengo que lidiar.

Mi hermano menor comenzará la universidad en unos pocos días y, por lo tanto, no he pagado mi inscripción. Llevo meses sin trabajar, cuando fui a buscar, nadie quería contratarme porque necesitaban a alguien que tuviera los sábados disponibles. Cielos, que estúpido es matarse seis días a la semana, diez horas al día para ganar entre $600 y $800 cada semana. Pero tenía que hacerlo, DEBÍA hacerlo.

Mi padre me dijo hace meses que no me preocupara, que él pagaría la escuela y que mi única preocupación debería ser esa y la limpieza de la casa, pero llegó el día en el que me cansé de esperar a que él pusiera en mis manos $4000.00, de hablarle a mamá para que ayudara a pagar la escuela. Mi pobre madre. Ella, quien se ha vuelto fuerte y me trata como su princesa, también tiene que dar de comer a dos hijos y pagar al abogado.

Tanto fue mi cansancio, que tuve que salir a prestar atención a los anuncios, perder el tiempo con gente que no quería recibir mi solicitud de empleo, con alguien que dijo contratarme y mi primer día no puso la cara, mandó a alguien a decirme que "ya había regresado la muchacha que se había ido". Ni un "lo siento", "disculpa", un mensaje o una llamada. Cómo me enojé ese día, ya me había ilusionado, en mi mente hacía planes, estaba encantada con la idea de cumplir uno de mis sueños: trabajar en un restaurante. Por la tarde me dijeron que la señora de un puesto de antojitos que está cruzando la calle buscaba a alguien para ayudarle. $1000.00 a la semana. Cielos, "ya la armé, puedo pagar la escuela, puedo comprarle cosas bonitas a mi novio, puedo comprar una estufa, puedo pagar un fin de semana en el DF para irme con mi novio".

Mis metas no son muy ambiciosas; no quiero conquistar al mundo, no quiero ser famosa, solo quiero un hogar sin tener que preocuparme mucho por el dinero... Odio lo mucho que puede alejar a una familia.

Hoy es mi segundo día como ayudante en un puesto de antojitos. Hago tostadas, picadas, tomo las órdenes, cobro, compro, lavo trastes, barro, limpio, todo muy rápido y muy bien hecho, como si eso fuera desde siempre mi "lugar antes de". Antes de terminar la universidad, antes de buscar un trabajo diferente, antes de cambiar de estilo de vida.

Tengo 12 días para inscribirme al quinto semestre y no he visto ni un peso del bolso de mi padre. No me duele ni me molesta demasiado, tiene una pensión que pagar, una mujer a la que ver, comida que comprar. Comida que nunca ha faltado acá en la casa. No me incomoda trabajar y llegar cansada a la casa, porque la paga es suficiente como para mantenerme en las aulas. Me gusta mi nuevo trabajo.

El único afectado es el hombre de mi vida. Mala (o quizá buena) costumbre de tener siempre tiempo para él. Lo extraño, pienso en él todo el día. Mientras me baño, recito unas palabras en voz alta, unas palabras que se han convertido en una oración:

"Ama lo que haces, da lo mejor de ti, no dejes que nada te derrumbe. Hazlo por él, hazlo por ti, hazlo por los dos. Él te ama. No seas apática, si estás cansada, esfuérzate más. Tienes los medios, tienes los motivos".

Y sí funcionan.

Mis trabajos no han sido la gran cosa, lo admito, pero a diferencia de ustedes, yo los amé en su momento. Sobre todo, amé el dinero y lo que podía pagar con él.

lunes, 16 de julio de 2012

¿Me... todología?

"Leticia y la metodología" quizá no fue mi mejor elección, pero la verdad es que se supone que este blog era para una de mis materias. Días después nos cambiaron el profesor y ahí quedó guardado unos meses.

Pero, ¿porqué no lo eliminé e hice otro? Dos razones: flojera mil y haber encontrado una manera de adaptar el nombre al futuro contenido.

Soy estudiante, ama de casa y cuando tengo dinero, encuentro cosas que hacer. Entiendo perfectamente que la metodología se usa para el método científico, pero cocinar, para mí, es como hacer  jabón o algo así. Usas el fuego, tienes ingredientes, materiales, llevas a cabo ciertos procedimientos y tienes la libertad de agregarle ingredientes, para darle tu "toque personal".

¿Saben qué? Ni me hagan caso, le hago mucho a la mamada porque tengo demasiado tiempo libre de lunes a jueves.

Enchiladas verdes: los errores que no volví a cometer.



Amo las enchiladas verdes o suizas, no sé como las conozcan, así que ayer me dije "voy a prepararlo".

Recuerdo que alguna vez me dijeron que las enchiladas de Sanborns sabían bien, así que un día que comimos mi novio y yo allá, las ordené y pues como que no llenaron aquel vacío que sentía en el alma.

Desde que solo vivo con papá me he encargando de la comida, por lo tanto, a veces tengo la libertad de googlear y experimentar. La semana pasada recordé mi vacío de enchiladas y compré los ingredientes.

No calenté las tortillas de las primeras cinco que preparé, un terrible error que juré jamás volver a cometer. La salsa que hice, fue poca, otro error. Faltó echarle más sal, tercer error. Mi miedo a la comida salda, es enorme, así que desde que comencé a cocinar procuré evitar usarla. Huevos, caldos y demás, las comía sin sal. El mal sabor me llevó a tomar una pizca y mejorar mi vida.

El día siguiente, comí lo mismo. Calenté las tortillas, hice más salsa y le agregué mas sal: que deliciosa comida. Mi vacío espiritual, fue llenado. Ahora, puedo llamar a mi novio e invitarlo a comer enchiladas suizas.

RECETA

Ingredientes:

Tomate verde
Chile serrano
Queso manchego o Chihuahua
Pechuga de pollo hervida y deshebrada
Tortillas de harina
Cebolla
Medio diente de ajo
Cilantro
Consomé de pollo (en polvo o cubitos)

Preparación:

Hierve los tomates y el chile. Licúalos con un pedazo de cebolla y el medio diente de ajo, agrega también una cucharadita de consomé de pollo (o un cubo si no lo tienen en polvo), cilantro y sal al gusto.

Fríe la salsa en una sartén, hasta que cambie de color. Retira del fuego.

Calienta las tortillas de harina, haz "taquitos" con el pollo y agrega la salsa de tomate y el queso.

Mételo en el horno para que se derrita el queso.