miércoles, 1 de agosto de 2012

Padres separados y una lucha por el dinero que parece tardará mucho tiempo, con eso tengo que lidiar.

Mi hermano menor comenzará la universidad en unos pocos días y, por lo tanto, no he pagado mi inscripción. Llevo meses sin trabajar, cuando fui a buscar, nadie quería contratarme porque necesitaban a alguien que tuviera los sábados disponibles. Cielos, que estúpido es matarse seis días a la semana, diez horas al día para ganar entre $600 y $800 cada semana. Pero tenía que hacerlo, DEBÍA hacerlo.

Mi padre me dijo hace meses que no me preocupara, que él pagaría la escuela y que mi única preocupación debería ser esa y la limpieza de la casa, pero llegó el día en el que me cansé de esperar a que él pusiera en mis manos $4000.00, de hablarle a mamá para que ayudara a pagar la escuela. Mi pobre madre. Ella, quien se ha vuelto fuerte y me trata como su princesa, también tiene que dar de comer a dos hijos y pagar al abogado.

Tanto fue mi cansancio, que tuve que salir a prestar atención a los anuncios, perder el tiempo con gente que no quería recibir mi solicitud de empleo, con alguien que dijo contratarme y mi primer día no puso la cara, mandó a alguien a decirme que "ya había regresado la muchacha que se había ido". Ni un "lo siento", "disculpa", un mensaje o una llamada. Cómo me enojé ese día, ya me había ilusionado, en mi mente hacía planes, estaba encantada con la idea de cumplir uno de mis sueños: trabajar en un restaurante. Por la tarde me dijeron que la señora de un puesto de antojitos que está cruzando la calle buscaba a alguien para ayudarle. $1000.00 a la semana. Cielos, "ya la armé, puedo pagar la escuela, puedo comprarle cosas bonitas a mi novio, puedo comprar una estufa, puedo pagar un fin de semana en el DF para irme con mi novio".

Mis metas no son muy ambiciosas; no quiero conquistar al mundo, no quiero ser famosa, solo quiero un hogar sin tener que preocuparme mucho por el dinero... Odio lo mucho que puede alejar a una familia.

Hoy es mi segundo día como ayudante en un puesto de antojitos. Hago tostadas, picadas, tomo las órdenes, cobro, compro, lavo trastes, barro, limpio, todo muy rápido y muy bien hecho, como si eso fuera desde siempre mi "lugar antes de". Antes de terminar la universidad, antes de buscar un trabajo diferente, antes de cambiar de estilo de vida.

Tengo 12 días para inscribirme al quinto semestre y no he visto ni un peso del bolso de mi padre. No me duele ni me molesta demasiado, tiene una pensión que pagar, una mujer a la que ver, comida que comprar. Comida que nunca ha faltado acá en la casa. No me incomoda trabajar y llegar cansada a la casa, porque la paga es suficiente como para mantenerme en las aulas. Me gusta mi nuevo trabajo.

El único afectado es el hombre de mi vida. Mala (o quizá buena) costumbre de tener siempre tiempo para él. Lo extraño, pienso en él todo el día. Mientras me baño, recito unas palabras en voz alta, unas palabras que se han convertido en una oración:

"Ama lo que haces, da lo mejor de ti, no dejes que nada te derrumbe. Hazlo por él, hazlo por ti, hazlo por los dos. Él te ama. No seas apática, si estás cansada, esfuérzate más. Tienes los medios, tienes los motivos".

Y sí funcionan.

Mis trabajos no han sido la gran cosa, lo admito, pero a diferencia de ustedes, yo los amé en su momento. Sobre todo, amé el dinero y lo que podía pagar con él.

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