martes, 4 de septiembre de 2012

Fiesta de cumpleaños

Hace semanas (quizá por mis hormonas) quería organizar una fiesta de cumpleaños para mí. Mi plan comenzó preguntando el costo de los servicios de banquetes, de coctelería (tragos coquetos, pues), un DJ, la renta de un lugar y demás cosas que debo de adquirir. El dinero no es mucho problema, podría ahorrar unos años y celebrar mi cumpleaños número 25, el problema es un pequeño pero muy importante asunto:

¿A QUIÉN DEMONIOS VOY A INVITAR?

Haciendo memoria, la lista de amigos y conocidos con los que me llevo bien es demasiado corta. Tan corta, que me sentí mal durante muchos días. "Pues invita a tu familia", me dicen, "pues yo solo quiero chamacada", les respondo. ¿Tan malo es tener muy pocas amistades?

Una alternativa es hacerla en el DF, ahí sí invito un chingo de banda. Pero ese no es el caso.

Yo quiero una fiesta chingona, donde todos bailen, se rían, conozcan gente, hagan amigos, liguen, beban tragos coquetos y que se lleven un bonito recuerdo de ese día. Que pasen los meses y digan "ah no mames, la fiesta de Letty estuvo bien padre, ahí conocí a mi ____ (inserte nombre de la pareja o amigo)". Pero tengo una historia fiestera muy triste y aburrida. Mami organizó mi cumpleaños número cinco o seis, no recuerdo bien; estuvo aburridísima. Cuando cumplí quince años hicieron una comida en mi casa. Mami preparó su súper delicioso mole negro y nadie se lo comió. O sea, Mami, te amo pero no se sirve mole negro en la comidita de quince años donde va toda la chamacada. Mis amistades tenían caras muy largas y cada quien hablaba con su grupito de amigos. Otra maldición que tengo: mis amigos no se llevan entre sí. Regresando a mi comidita quinceañera, yo moría de la pena porque todos se miraban entre sí mientras seguían sentados en sus asientos. Papi terminó comprando pizza y la cosa mejoró un poquitín nomás.

Ya más grandecita, cuando cumplí 18, decidí ir al cine con mis cuates. Éramos como 15 personas y la historia se repitió: nadie le habló a nadie. Para los 19, mis amigas y yo decidimos cocinar e invitar a algunas personas. Ese día nos atrasamos mucho por nuestra pésima organización, mi prima se ligó a mi mejor amigo y la comida sabía horrible. No vuelvo a preparar pollo con jengibre. 

La cosa cambió un poquitín a los 20. Quizá porque solo dos amigas y yo cocinamos (una de ellas nos decía qué hacer), uno llevó su Xbox y jugamos un ratito, todo bien bonis.

Mi novio me dice que no es necesario que mucha gente me celebre, que estar con las personas que quiero debería bastar. Quizá él no ve todo el panorama que incluye quitarme el maleficio de las malas organizaciones y mis amistades súper mamonas, el llevar un vestido súper ósom, reír y bailar con mis invitados y, por supuesto, los regalines.

Espero no llegar a ser adulta sin haber hecho una fiesta, porque a esa edad, las cosas son diferentes. Yo quiero vivir un poco como la persona de 22 años que soy y ofrecer barra libre para mis invitados.

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